sábado, 15 de agosto de 2009

Mi Piace "La Remolacha"

Que hay de bueno en comerse una raíz dulce, de hecho conozco mucha gente que no gusta de las deliciosas remolachitas, quizás por dulces, quizás por raíces. Que equivocados se encuentran. Lo mas destacable de la remolacha es su delicioso color sui generis, si esta raíz se da el lujo de teñir todo lo que se le acerque, sobre todo el plato (con la ayuda cordial de un vinagrito) impregna su vivo color rojo remolacha ó betanina. Es así que cada arroz, cada tomate, cada fibra de vaquita muerta es absorbida por sus luces sin vehemencia. y No contenta con atacar solo el plato ataca nuestros adentros, y sí, luego en el baño te das cuenta que tu orina color E-162 (gracias wikipedia) abruma el fondo de la taza. Y como yo siempre he sido un fan de orinar de colores, desde que los pororoses moraditos (no confundir con pasankallas) y arroces empaquetados que se podían conseguir en el zoológico me enseñaron aquel gusto, no puedo entonces sino rendirle tributo a la remolacha. Porque la remolacha tiene ese plus de consumir algo natural, algo que a priori no podría hacerte daño alguno, pues no es un colorante agregado, es lo que es, así viene. Pensándolo ahora, usualmente la ingiero solo en ensaladas, valdría la pena ir experimentando en otras formas de conseguir desplegar sus poderes, quizás unos jugos, quizás unas cremas, quizás incluso algún postresacho, que sepa manchar todo mi cuerpo, para que si en algún momento me parten en dos, sea un jugo color remolacha lo que se derrame..

domingo, 9 de agosto de 2009

Felipao


Felipao nació sordo, flacucho y torpe.

Bueno quizás no torpe, pero por lo menos lo parecía. Este gato sin igual, prole de la gran Gatussa, pese a todas sus aparentes discapacidades logro ganarse el cariño del que le conoció. Como es que llegó donde estuvo, como un gato sordo, flacucho y torpe gano su lugar y se hizo recordar.

Una casa llena de gatos requiere otro.

Cuando el desborde gatuno en la casa Leigue era infructífero a la hora de amilanar la infesta de roedores, se llego a pedir a los familiares ejemplares que cumpliesen con tareas gatunas. Y es que los felinos que ya pululaban por el lugar eran todos siameses, marcados por su estirpe de aprecio estético, y no precisamente por sus aptitudes cazadoras. Es así que llega un pequeño y flacucho a recibir miradas de desprecio, de animales y humanos. Felipao a este hogar. Gato plomo hijo de gata negra, por fuera y por dentro. Es que Felipao no había nacido para el camino que por el eligieron.

El gato enajenado.

La recepción siamesa no fue bastante amistosa, es así que Felipao se convirtió en el blanco de todos los juegos bruscos que se le ocurriesen a Gio macho alfa de esta comunidad felina (dirigida matriarcalmente por Yanka). Al ver recibir inmutable los vari palos propinados por sus gatunos congéneres el tenue maullido comenzó a llamar la atención de sus "dueños", casi apagado, casi mudo era su única expresión, repetida con exasperación día tras día para el que se dignase a escucharla.

No era de sorprender entonces que este gato casi mudo sea sordo. Muchos intentos de asustarle con sonidos fuertes a su espalda confirmaron esta teoría, o quizás simplemente no era un gato asustadizo, ni siquiera curioso, tal vez, tal vez no,

Infringiendo natura

Se siguió esperando entonces a que pese a sus particularidades, cumpliera el cometido, y apareciese roedores en boca para alegrar a toda la peña. Es ahí cuando esperaban que el quedaba estático apreciando tanto naturaleza, como caja boba. Si gozaba estático tanto de apreciar el horizonte como de un buen partido de fútbol por tele, de una polilla estática en el techo, o de una fruta estampada en las sabanas, las cuales si se dignaba a investigar, lo haría con extrema parsimonia. Esta actitud intrigaba y más que todo llevaba a la exasperación extrema a sus dueños. Para qué le queremos, que se vaya. Sus días estaban contados.

Su magia

Abriendo los parpados mañaneros, sintió un placer nuevo en su espalda... y es que Felipao tenía un placer suyo mas escondido, uno que podía compartir, gozaba de dar masajes. Uno a uno fue despertando a los dueños con sus esponjosas patas en la espalda, en el cuero cabelludo, agregando una que otra lamida de su rasposa lengua, con su gran paciencia y ritmo, con su tímida observación, nadie pudo resistir sus encantos, y así como salto a la vida de cazador sin que le preguntasen, así sin preguntar cambio a su vida de masajista. Nadie más dudo jamás de su importancia, nadie se intrigó más por sus excentricidades.